Esta cocina es la prueba de que los espacios pequeños pueden estar llenos de grandes ideas. Con una distribución muy bien pensada, el proyecto se estructura en tres zonas de trabajo claramente diferenciadas, lo que permite una circulación fluida y eficiente. La disposición en paralelo optimiza cada recorrido, mejorando la ergonomía y el confort del día a día.
La ergonomía no es un detalle menor: cuando todo está en su sitio, cocinar se convierte en un placer y no en una obligación. Aquí, el orden y la funcionalidad se combinan con un lenguaje estético cálido y contemporáneo.
Los materiales hablan por sí solos. En la encimera, la resistencia y luminosidad del Silestone (Blanco Norte) conviven con la calidez natural de la madera en la zona de pequeños electrodomésticos, creando un contraste suave y equilibrado.
La paleta cromática mezcla el tono profundo y elegante del verde con la suavidad de los tonos neutros. Una combinación que aporta carácter sin recargar, serenidad sin perder personalidad. Son colores que respiran naturaleza, sofisticación y un toque de distinción.
Los tiradores superpuestos, en acabado metálico, no solo completan la estética, sino que también son un elemento práctico y reconocible.
En definitiva, una cocina pensada con cabeza y corazón: cómoda, bella y repleta de detalles que hacen la vida más fácil y más agradable. Porque, cuando el diseño se alinea con la forma de vivir de las personas, suceden cosas bonitas.